CARDIOMETABOLISMO
Obesidad, insuficiencia cardíaca y rimonabant
José A. Delmonte, MD*
* Internal Medicine Doctor, Brooklyn Hospital Center, Brooklyn, New York, NY, USA.
Correspondencia: José A. Delmonte, MD
Section of Internal Medicine, Brooklyn Hospital Center
121 Dekalb Avenue Brooklyn, NY 11201 - USA
Tel: 718-250-8000
E-mail: jdelmonte@aol.com
Trabajo recibido: 05/02/2007
Trabajo aprobado: 12/03/2007
Introducción
En la actualidad, por una parte unos cinco millones de personas
padecen insuficiencia cardíaca congestiva (ICC) en
los Estados Unidos de Norteamérica, siendo el diagnóstico
más común en las personas mayores de 65 años que ingresan
al hospital, y por otra parte, como ha sido mencionado
en numerosos trabajos y por paneles de expertos, casi el
60% de la población adulta de los Estados Unidos tiene sobrepeso
o es obesa, con un contundente resultado de morbilidad y mortalidad1. Ya que la obesidad aumenta el riesgo
de las causas más frecuentes de insuficiencia cardíaca (IC),
se espera una asociación entre estas condiciones. Sin embargo,
ha persistido la controversia con respecto a si la obesidad
es un factor de riesgo independiente para la IC, e incluso
para la enfermedad coronaria (EC). Es así como se
han presentado y evidenciado un riesgo aumentado de IC
en el estudio Framingham (Framingham Heart Study) y en
otros estudios de cohorte2,3,4. Por ejemplo, el score del riesgo
para la predicción de EC de Framingham excluyó la obesidad,
porque se pensaba que afectaba el riesgo indirectamente
a través de sus efectos en otros factores mayores5.
Así, se ha reconocido que la extrema obesidad es un factor
de riesgo para IC. Pero se desconocía si el sobrepeso y grados
menores de obesidad tenían también un riesgo. Las personas
extremadamente obesas tienen más posibilidad de
morir prematuramente a causa de IC, pero ¿qué tan grande
es el riesgo para aquellos que tienen “sólo un poco de sobrepeso”?
Obesidad e insuficiencia cardíaca
En 2002, Kenchaiah y col.6, investigadores del US National
Heart, Lung, and Blood Institute de Boston, utilizaron
el índice masa corporal (IMC) -body mass index: BMI- (calculado
a través de la relación entre el peso en kilogramos
dividido por el cuadrado de la altura en metros) para categorizar
los pacientes en el conocido estudio Framingham
Heart. Se clasificaron a las personas con un IMC de 18,5 a
24,9 como “normales”; aquéllas con un IMC de 25,0 a 29,9
con “sobrepeso”; y aquéllas con 30,0 ó más: “obesas”.
Se investigó la incidencia de IC en 5881 participantes (edad
media de 55 años; 54% mujeres), con un promedio de seguimiento
cuidadoso de 14 años, durante el cuál todos los
diagnósticos de IC fueron tenidos en cuenta.
Se randomizaron en este estudio 258 mujeres y 238 hombres,
todos con IC. Luego del ajuste para factores de riesgo
conocidos (como el consumo de tabaco, de alcohol, enfermedad
cardíaca valvular, o diabetes), se encontró que los
individuos obesos (IMC > 30) eran dos veces más propensos
a desarrollar IC que las personas de “peso normal”.
Las personas con “sobrepeso” (25 > IMC < 30) eran un 45%
más propensos a desarrollar IC que las personas de “peso
normal”. Puesto de otra manera, el riesgo de desarrollo de
IC aumentó un 5% en hombres, y 7% en mujeres, por cada
punto de aumento del IMC.
Se estima que el 34% de los adultos estadounidenses tienen
sobrepeso, y que el 27% son obesos. Más aun, se estima
que el 13% de los niños de entre 6 y 11 años tienen sobrepeso,
al igual que el 14% de los adolescentes de entre 12 y 19
años. De acuerdo a ello, concluyen los autores, la obesidad
ha alcanzado proporciones epidemiológicas y está aumentando,
y si bien la proporción total de muerte por enfermedades
cardíacas está disminuyendo, la proporción de muerte
por IC no ha cambiado. Por ello, estar en riesgo de IC es
un tema muy importante para la salud pública.
Kenchaiah y col.6 reportaron este aumento progresivo en el
riesgo de IC, en base a múltiples variables y a análisis tiempo-dependientes, confirmando que el mismo es, por lo menos,
parcialmente independiente de otros factores de riesgo
asociados con el exceso de peso corporal. La obesidad sola
fue estimada para responsabilizar al 11% de los casos de IC
en hombres y 14% en mujeres.
Varios aspectos de estas observaciones importantes merecen
una discusión más profunda.
La definición de IC en el estudio Framingham requiere que
se reúnan al menos dos criterios mayores o un criterio mayor
y dos criterios menores. Desgraciadamente, la obesidad
misma es frecuentemente asociada con muchos de estos resultados,
incluyendo ortopnea, cardiomegalia, edema, disnea
en el ejercicio, y pérdida de peso, como respuesta al
tratamiento, lo cual hace difícil de diagnosticar una IC en
pacientes obesos7. Sin embargo, es improbable que el número
de diagnósticos falsos positivos fuera lo suficientemente
grande para invalidar los resultados de este estudio.
La pregunta más intrigante elevada por el informe de Kenchaiah
y col. es ¿cómo un elevado IMC lleva a la IC? El
sobrepeso y la obesidad están asociados a otras patologías
como: hipertensión arterial (HTA), EC, hipertrofia ventricular
izquierda (HVI), y diabetes (DBT), las cuales son causas
importantes de IC. No obstante, en modelos de múltiples
variables, el IMC surgió como un predictor significativo
independientes de IC, y permaneció como tal cuando
estos otros factores fueron analizados junto con el IMC como
co-variantes tiempo-dependientes. Estos resultados sugieren
que la obesidad misma, o algunos mecanismos intermediarios,
son responsables de la IC.
La obesidad severa (peso corporal que excede el peso ideal
en un 75%) se ha reconocido por mucho tiempo como causa
de una forma de miocardiopatía caracterizada por sobrecarga
crónica de volumen, HVI, y dilatación ventricular izquierda8.
La hipoventilación y la apnea del sueño relacionadas a
la obesidad, también pueden contribuir.
Es probable que el riesgo aumentado de IC sea mediado por
las consecuencias fisiológicas y metabólicas de sobrepeso.
Los investigadores del Framingham han informado previamente
que un IMC creciente, después del ajuste para la edad
y la presión sanguínea, puede ser un predictor independiente
de HVI; su prevalencia, evaluada por ecocardiografía, fue> a un 30% entre personas obesas y a un 10% entre personas
con sobrepeso9. En contraste, en los estudios actuales,
la HVI (diagnosticada por electrocardiografía) no es más
frecuente en los grupos obesos o con sobrepeso. Así, la contribución
de HVI, que estaba entre los predictores más poderoso
de IC en estudios previos al Framingham, se infravaloró
notablemente en los análisis actuales.
El efecto de las consecuencias metabólicas de la obesidad
fue similarmente desestimado desde que la DBT y el colesterol
total fueron las únicas medidas relevantes utilizadas.
Se reconoce ahora que las personas con sobrepeso y obesas
sin DBT, particularmente aquéllos con obesidad abdominal,
a menudo tienen un racimo de resultados clínicos y metabólicos
llamado síndrome metabólico10. Este síndrome se
caracteriza por la resistencia a la insulina y por una particular
dislipidemia aterogénica (niveles altos de colesterol ligado
a la lipoproteína de baja densidad, colesterol ligado a
la lipoproteína de muy baja densidad, y triglicéridos y niveles
bajos de colesterol ligado a la lipoproteína de alta densidad),
pero también está asociado con niveles elevados de
proteína C reactiva, una propensión aumentada a la trombosis,
y activación del sistema nervioso simpático. No sorprende
que el síndrome metabólico haya surgido como un
factor de riesgo mayor para los eventos cardiovasculares11
y probablemente ha sido un precursor no detectado de IC en
la cohorte del Framingham.
Es importante, si la obesidad es un predictor independiente
de IC, o si el riesgo es mediado por otras anormalidades
fisiológicas y metabólicas. Está claro que el sobrepeso corporal
es responsable, en un alto grado, de estos procesos, y
que la prevención o tratamiento exitoso de sobrepeso y obesidad
debe reducir el riesgo de IC. El éxito de la modificación
del estilo de vida, previniendo la DBT en una población
generalmente obesa, prediabética, proporciona esperanzas
de éxito12. Sin embargo, incluso en la ausencia de tal éxito, la identificación de los mediadores del exceso de riesgo
de IC puede facilitar el desarrollo de estrategias adicionales
para prevenir este resultado. Por ejemplo, los inhibidores
del sistema renina-angiotensina deben ser agentes preferidos
para tratar la HTA, porque han demostrado ser efectivos
en causar regresión de HVI, previniendo DBT, previniendo
IC, y reduciendo la mortalidad y morbilidad cardiovascular
(CV) entre los pacientes de alto riesgo con HTA,
DBT, y enfermedad vascular13,14. Similarmente, la metformina
debe ser el agente hipoglicémico preferido en personas
con sobrepeso con DBT tipo 2, dados los resultados del
estudio prospectivo sobre DBT del Reino Unido (United
Kingdom Prospective Diabetes Study), y deben ser considerados
para pacientes con alto riesgo de DBT12,15.
Intuitivamente, uno anticiparía que la obesidad debe afectar
adversamente el resultado para los pacientes con IC.
Sorprendentemente, no lo ha hecho, y algunos incluso sugieren
que el sobrepeso y la obesidad pueden tener un mejor
pronóstico16,17. Esta paradoja no puede explicarse completamente
por el efecto adverso de la pérdida de peso no
planeada en el pronóstico de los pacientes con IC, pero es
prematuro traducir estos resultados en una recomendación
para evitar la pérdida de peso en los pacientes con sobrepeso,
aunque la pérdida agresiva de peso probablemente debe
desalentarse.
Nuevas opciones terapéuticas: Rimonabant
La epidemia de obesidad en los países desarrollados ilustra
la incapacidad de los mecanismos homeostáticos para compensar
un nivel de vida sedentario19 y el acceso casi ilimitado
a ingerir comidas de poco valor nutritivo y altamente
calóricas. Aunque la modificación de los hábitos nutritivos
y de actividad física es la piedra angular de terapia para la
obesidad, puede requerirse una farmacoterapia enfocada en
la mejora del perfil de riesgo metabólico en pacientes obesos
(abdominalmente) que poseen alto riesgo de diabetes y
enfermedad CV. El sistema endocanabinoide (SEC) recientemente
descubierto y el receptor cannabinoide CB120, con
sus roles reportados en la regulación de equilibrio de energía
y composición del cuerpo, ofrecen un nuevo blanco para
inducir la pérdida de peso y mejorar el metabolismo de hidratos
de carbono y lípidos20-22.
El SEC consiste en una familia de derivados agonistas de
fosfolípidos endógenos, de corta vida y producidos localmente
(endocannabinoides)23-24 y en el receptor de la cupla
protéica GI/O-CB125, la cual activan. Los receptores de CB1
se expresan predominantemente en varias áreas del cerebro
y en órganos periféricos, incluyendo sistema nervioso autónomo,
hígado, músculo, tracto gastrointestinal, y tejido adiposo20.
La estimulación de los receptores CB1 en las células grasas
promueve lipogénesis e inhibe la producción de adiponectina21,26,
una citoquina derivada del tejido adiposo que tiene
propiedades antidiabéticas y antiateroscleróticas potencialmente
importantes27. El rimonabant, el primer bloqueante
específico del receptor CB1, ha demostrado reducir la incorporación de comida y el peso corporal en animales tratados,
y alterar la actividad metabólica en el tejido adiposo28
induciendo la expresión del gen adiponectina29. Los resultados
de un estudio de tres fases que envuelve a pacientes
obesos (Rimonabant in Obesity-Europe [Río-Europe] Study)
mostraron que el rimonabant induce la pérdida significativa
de peso y mejora los factores de riesgo metabólicos
para la diabetes y la enfermedad CV30. Sin embargo, los
pacientes enrolados en el estudio sólo fueron seleccionados
en base al sobrepeso. Por consiguiente, se examinaron los
efectos del rimonabant en personas de riesgo elevado de enfermedad
CV, como los pacientes con dislipidemia obesos
o con sobrepeso. Además, como en el estudio RIO-Europe sólo se medían factores de riesgo tradicionales para enfermeda
CV, se exploró el efecto del rimonabant en otros marcadores
de riesgo metabólico clave para la enfermedad CV,
como el tamaño de partículas de lipoproteínas de baja densidad
(LDL) y los niveles plasmáticos de proteína C reactiva
y adiponectina.
Discusión
El reporte NCEP-ATPIII y el recientemente publicado consenso
del National Heart, Lung and Blood Institute y de la
American Heart Association, resaltaron a la obesidad abdominal
(evaluada por el perímetro de la cintura) como un
marcador de riesgo CV importante y como el blanco primario
para el tratamiento del síndrome metabólico31-35. Existen
pocas herramientas para tratar colectivamente la patofisiología
subyacente en los pacientes abdominalmente obesos
de alto riesgo, y la mayoría de los estudios publicados sobre
obesidad enrolaron principalmente a pacientes con riesgo
CV relativamente bajo (es decir, las mujeres obesas no
seleccionadas para la presencia de factores de riesgo CV)36.
En el reciente estudio RIO-Europe en pacientes obesos, se
halló que el bloqueo del receptor CB1 con rimonabant reduce
el peso corporal y el perímetro de cintura, mejora la
homeostasis glucosa-insulina plasmática, y produce un aumento
sustancial en el nivel plasmático de colesterol HDL
(un mayor cambio que lo que podría esperarse de la pérdida
de peso sola)30. Estos resultados sugirieron un efecto independiente
de pérdida de peso del rimonabant en el riesgo
metabólico, que puede mediarse por el efecto de rimonabant
en la secreción de adiponectina por las células grasas,
como ha sido informado en los estudios experimentales en
animales29.
Despres y col.37 exploraron el efecto del rimonabant en una
población de alto riesgo de pacientes con dislipidemia en
sobrepeso u obesos, con un enfoque en los marcadores de
riesgo metabólicos como el tamaño de partículas de LDL y
los niveles de proteína C reactiva y adiponectina. Comparado
con placebo, el rimonabant a una dosis de 20 mg por día
indujo pérdida de peso significativa y reducción en el perímetro
de cintura, realizando una movilización sustancial de
grasa abdominal y mejorando perfil de riesgo CV38. Los efectos
adicionales de rimonabant a esta dosis, comparado con
placebo, incluían mejoras significativas en los triglicéridos
plasmáticos, el colesterol plasmático HDL, y la proporción
de colesterol HDL total, así como los cambios en el tamaño
de la partícula de LDL, los niveles de adiponectina, la tolerancia
a la glucosa, niveles de insulina en ayunas y postchallenge (marcadores para el riesgo de diabetes), y los niveles
plasmáticos de proteína C reactiva y en la proporción
de los pacientes que se encuentran en el criterio de NCEPATPIII
para el síndrome metabólico.
El rimonabant no tenía efecto sobre los niveles de colesterol
LDL. Los pacientes con obesidad abdominal y síndrome
metabólico generalmente no tienen los niveles de colesterol
LDL elevados39; pero, expresan un fenotipo de dislipidemia
con triglicéridos elevados, baja relación HDL/LDL
asociado con insulino-resistencia40. Aunque el nivel de colesterol
LDL por sí solo puede predecir fuertemente riesgo
CV41, el perfil de riesgo metabólico de la obesidad abdominal40,42
aumenta el riesgo de EC para cualquier nivel de colesterol
LDL43. En el estudio RIO-Lipids, las proporciones
de las particulas pequeñas y largas de LDL fueron alteradas
con rimonabant, comparado con placebo, en ausencia de
cualquier cambio en los niveles de colesterol LDL.
Si bien los pacientes que reúnen los criterios NCEP-ATPIII
para el síndrome metabólico tienen un perfil de riesgo de
enfermedad CV distinto, la relevancia clínica de hacer del
síndrome metabólico un objetivo tratable, más allá de los
factores clásicos de riesgo, ha sido debatida44. En consecuencia,
la relevancia clínica de reducir la proporción de
pacientes que reúnen esos criterios NCEP-ATPIII para el
síndrome metabólico por el uso de rimonabant, puede cuestionarse
si no se acompaña de cambios favorables en los
marcadores de la insulino-resistencia y la obesidad abdominal,
como tolerancia a la glucosa y niveles de insulina,
adiponectina, y proteína C reactiva, los cuales, cuando son
anormales, se asocian a la obesidad visceral y al síndrome
metabólico45,46. Los resultados del estudio RIO-Lipids con
respecto a la proteína C reactiva, son consistentes con el
efecto beneficioso reportado de pérdida de peso en la inflamación47,48.
Aún permanece siendo explorado si la reducción
en los niveles de proteína C reactiva será aditiva, o
sinérgica con la reducción en los niveles de proteína C reactiva
y la protección CV atribuidas a las estatinas y a losácidos fíbricos49,50. Aunque la HTA es considerada el componente
prominente del síndrome metabólico51, es más prevalente
entre pacientes con obesidad abdominal e insulinoresistencia,
y la condición normalmente responde a la pérdida
de peso52. El rimonabant, a una dosis de 20 mg, redujo
la presión sanguínea total, sobre todo entre los pacientes
con HTA.
Finalmente, los resultados del estudio RIO-Lipids proveen
evidencia de un efecto independiente de pérdida de peso
del rimonabant en los niveles de adiponectina. Este hallazgo
puede ser de importancia clínica, ya que el nivel alto del
adiponectina ha sido reportado como predictivo de un riesgo
reducido de diabetes y eventos CV53,54. La obesidad abdominal
está acompañada por niveles reducidos de adiponectina,
y la hipoadiponectinemia es, en parte, responsable
de los bajos niveles de colesterol HDL en la obesidad abdominal55.udio se correlacionan con los cambios en el colesterol HDL y la apolipoproteína A-I, el
estímulo de producción de adiponectina con el bloqueo del
receptor CB1, podría explicar el efecto independiente consistente
de pérdida de peso del rimonabant en los niveles de
colesterol HDL en los estudios RIO-Europe y RIO-Lipids.
En conclusión, aunque la farmacoterapia no erradicará por
sí sola la epidemia de obesidad, existe evidencia de que el
bloqueo del receptor CB1 puede constituir un nuevo y clínicamente
relevante acercamiento farmacológico para mejorar
el perfil de riesgo CV desfavorable en los pacientes
de alto riesgo con dislipidemia que presentan sobrepeso u
obesidad. El perfil de eventos adversos del rimonabant
observado en el estudio RIO-Lipids concuerda con los resultados
del estudio RIO-Europe. Finalmente, el efecto independiente
de pérdida de peso del rimonabant en los niveles plasmáticos
de adiponectina es consistente con el efecto in vitro reportado de este bloqueantes del receptor CB1 en la producción
de adiponectina de las células adiposas.
Conclusiones
En base a los resultados de Kenchaiah y col.2,3,4,6, el sobrepeso,
y particularmente la obesidad, deben agregarse ahora
a la lista de factores de riesgo para el desarrollo de IC. Este
riesgo excesivo no puede explicarse del todo acompañando
condiciones tales como HTA, EC, y DBT; pero parece probable
que otras anormalidades fisiológicas y metabólicas
que acompañan un alto índice cuerpo-masa juegan un importante
rol.
Un incrementado riesgo de IC es otra razón para animar la
modificación del estilo de vida para la prevención o tratamiento
de la obesidad. Ciertas terapias para HTA y DBT,
como los inhibidores del sistema del renina-angiotensina y
la metformina, parecen ser particularmente eficaces para
tratar o prevenir algunas de las consecuencias del sobrepeso
y la obesidad, y pueden por eso reducir el riesgo de IC.
Otras terapias, como agentes antiplaquetarios y drogas para
la dislipidemia, pueden lograr la misma meta previniendo
la EC. El reconocimiento del riesgo excesivo de IC y de
otros eventos vasculares asociados con el sobrepeso y la
obesidad, debe llevar a una inclusión más frecuente de los
pacientes obesos y con sobrepeso en ensayos clínicos, que
ayudarían a identificar terapias adicionales que pueden ser
particularmente eficaces previniendo resultados CV adversos
en esta población.
El bloqueo selectivo del receptor CB1 con rimonabant reduce
de forma significativa el peso corporal y el perímetro
de la cintura y mejora el perfil de varios factores de riesgo
metabólico en los pacientes de alto riesgo CV, obesos o con
sobrepeso que presentan una dislipidemia aterógena.
En la extensa muestra basada en la comunidad, el IMC incrementado
está asociado con un aumento en el riesgo de
IC. Dada la alta prevalencia de obesidad en Estados Unidos,
las estrategias para promover el peso corporal óptimo,
pueden reducir la incidencia de IC en la población.
Está claro que el sobrepeso y la obesidad son objetivos
primarios en nuestros intentos de mejorar la calidad de vida
y la sobrevida.
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