ARTICULO DE REVISION
Manejo contemporáneo de la insuficiencia mitral severa
Valentina M. Bichara, MD*; Héctor I. Michelena, MD**; Yan Topilsky, MD**; Rakesh Suri, MD, PhD***; Maurice Enriquez-Sarano, MD**
* Hospital Centro de Salud. San Miguel de Tucumán. Tucumán. República Argentina.
** División de Enfermedades Cardiovasculares. Clínica Mayo. Rochester. Minnesota. Estados Unidos de Norteamérica.
*** División de Cirugía Cardiovascular. Clínica Mayo. Rochester. Minnesota. Estados Unidos de Norteamérica.
Correspondencia: Héctor I. Michelena, MD
Mayo Clinic 200 First Street SW, Rochester, MN, USA. 55905
Tel: 507-2843687
Fax: 507- 2667929
E-mail: michelena.hector@mayo.edu
Recibido: 02/08/2009
Aceptado: 04/09/2009
Palabras clave: Insuficiencia cardíaca; Insuficiencia de la válvula mitral; Riesgo; Cirugía torácica; Pronóstico
Introducción
La hemodinamia de la insuficiencia mitral (IM) está caracterizada por la reversión del flujo sanguíneo durante la sístole ventricular, desde el ventrículo izquierdo (VI) hacia la aurícula izquierda (AI). La etiología de la IM es predominantemente degenerativa, primaria u orgánica (alteración intrínseca de las valvas en los casos de enfermedad de Barlow, deficiencia fibroelástica, prolapso, ruptura cordal) en países desarrollados y reumática en países en desarrollo. La IM funcional (valvas normales con dilatación del anillo y/o desplazamiento de las valvas [“tethering”]), secundaria a cardiopatía dilatada o enfermedad isquémica del VI continúa en ascenso, debido a la epidemia mundial de la enfermedad coronaria. La IM es la enfermedad valvular más común en los Estados Unidos de Norteamérica, con una frecuencia de IM moderada o severa del 1,7% en la población general, ascendiendo al 6,4% en individuos entre 65-74 años y del 9,3% en > 75 años1. La ecocardiografía Doppler ha resultado ser el modo no invasivo por excelencia para su diagnóstico y para toma de decisiones en su tratamiento. La IM resulta de la disfunción mecánica de la válvula mitral y sus componentes (anillo, valvas, cuerdas tendinosas y músculos papilares) y por lo tanto su corrección definitiva es mecánica también, a través de la cirugía. Pero la válvula mitral no es un ente aislado; está íntimamente relacionada con el VI y es garante de la función de este último, debido a su continuidad a través de las cuerdas tendinosas. Lasúltimas décadas han sido testigo de avances substanciales en el entendimiento de la fisiopatología, historia natural y desarrollo de opciones para el tratamiento mecánico de esta condición. Específicamente, la reparación mitral para IM orgánica y el reemplazo mitral con conservación del aparato subvalvular para válvulas no reparables constituyen la base del tratamiento actual. Procedimientos mecánicos percutáneos menos invasivos están siendo investigados. La historia natural y fisiopatología de la IM ha generado importantes debates y avances en cuanto al “timing” o momento quirúrgico apropiado para la corrección de esta condición. La combinación de una progresión en IM que puede ser pausada, con ausencia de síntomas o sintomatología mínima, y la noción de un posible deterioro irreversible del VI en asintomáticos con fracción de eyección (FE) normal, son el eje de estos debates. Sin embargo, el impacto clínico negativo de factores de riesgo recientemente descritos en la IM severa y de la disfunción del VI no reconocida oportunamente, ha llevado, junto al éxito y baja mortalidad de la reparación de la válvula, al concepto de la cirugía temprana.
La IM es una enfermedad progresiva
La IM es una enfermedad progresiva, con un aumento promedio de 5-8 ml por año del volumen regurgitante (VolR) y de 4-6 mm2 por año del orificio regurgitante efectivo (ORE)2. Los cambios anatómicos son los factores determinantes de la progresión, siendo más rápida en pacientes con prolapso de válvula mitral, en particular nueva ruptura cordal (hasta 20 ml por año), y en los pacientes con dilatación del anillo mitral. Es importante destacar que la progresión no es uniforme: se observa progresión importante en la mitad de los pacientes, pero hasta el 11% presenta regresión espontánea de la IM, relacionado con la mejoría en las condiciones de precarga. La progresión de la IM es causa de remodelado adverso del ventrículo izquierdo con desarrollo de disfunción ventricular2, que puede ocurrir inicialmente con una FE “normal” (>50%) y sin síntomas, y trae consigo un pronóstico inferior al de la población no afectada. Eventualmente, la FE disminuye significativamente y el pronóstico es más reservado.
La inquietante historia natural de la IM severa
Son ampliamente dispares las estimaciones de sobrevida a
largo plazo en pacientes con IM que han sido reportadas3,4 (entre el 27-97% a cinco años). En la Mayo Clinic se analizó
la historia natural de la IM causada por ruptura cordal5 y observamos que, en comparación con las expectativas
de supervivencia de la población general, la mortalidad en
IM fue notable (6,3% anual). Una alta morbilidad estuvo
presente a los 10 años, con una incidencia de fibrilación
auricular (FA) del 30%, y de insuficiencia cardíaca del
63%. Además, a los 10 años, el 90% de los pacientes
había fallecido o se le practicó cirugía, lo que significa
que la operación es casi inevitable en esta población. Los
pacientes en clase funcional (CF) III-IV de la New York
Heart Association (NYHA), incluso transitoria, mostraron una elevada mortalidad (34% anual), si no eran operados;
pero incluso en aquellos con CF I- II, la mortalidad fue
notable (4,1% anual). Los pacientes con FE<60% también
muestran un incremento en la mortalidad, comparado con
aquellos con FE>60%; pero no pudimos definir ningún
grupo de bajo riesgo, a pesar del tratamiento médico
adecuado. De tal manera que esperar una reducción de la
FE<60% o la aparición de síntomas CF II de la NYHA
parece no ser adecuado, ya que el pronóstico empeora
aunque se practique cirugía.
La muerte súbita es un evento catastrófico en la IM severa
con ruptura cordal, responsable aproximadamente del 25%
de las muertes en pacientes bajo tratamiento médico6. Los
determinantes de las tasas más altas de muerte súbita son
los síntomas graves y la baja FE; sin embargo, la mayoría
de las muertes repentinas se produce en pacientes sin síntomas
o con mínimos síntomas y FE normal6. La tasa de
muerte súbita es del 1,8% por año en general, incluso en
pacientes sin factores de riesgo es del 0,8% por año. Estos
datos ponen en evidencia el grave pronóstico que implica
la IM severa, lo que sugiere que la cirugía debe considerarse
en forma temprana en el curso de la enfermedad.
Disfunción ventricular izquierda:
frecuente y poco previsible
Cómo evaluar la función del VI en la IM es objeto de
un intenso debate. El incremento del volumen diastólico
aumenta la precarga. Durante la sístole ventricular, el
volumen regurgitante va hacia la AI; esto sugiere una
disminución de la impedancia a la eyección, pero al final
la poscarga continúa normal, resultando en una FE que
puede permanecer normal por un tiempo considerable.
Múltiples métodos de medición de los índices de la función
ventricular izquierda han sido sugeridos, sin embargo,
la FE y el diámetro de fin de sístole (DFS) del VI son
los más prácticos, porque resultan fáciles de cuantificar
ecocardiográficamente y conservan poder predictivo,
porque representan una aproximación a la contractilidad
intrínseca del VI.
Clínicamente, la disfunción ventricular izquierda es indicador
de mal pronóstico con tratamiento conservador5 e
inclusive en el postoperatorio7. A pesar de no ser común
la muerte perioperatoria debido a los progresos de la
anestesiología y la protección del miocardio, la disfunción
del VI es la causa más frecuente de muerte tardía
posoperatoria7. La FE disminuye de manera significativa,
inmediatamente después de la corrección quirúrgica de la
IM, aproximadamente, un 10%2. Por lo tanto, a pesar de la
mejoría sintomática, es frecuente la disfunción ventricular
izquierda posoperatoria (FE<50%), sucediendo en cerca
de un tercio de los pacientes con IM orgánica operados
con éxito. La disfunción ventricular izquierda posoperatoria
está asociada a una baja sobrevida2,8, y a una alta
incidencia de insuficiencia cardíaca9, y por lo tanto debe
procurarse prevenirla.
La FE preoperatoria es el mejor predictor de mortalidad
y de insuficiencia cardíaca a largo plazo en pacientes con
tratamiento conservador5 y, también, luego de la cirugía7.
El DFS también es un factor importante para predecir la
FE en el posoperatorio2. Por lo tanto, pacientes con una
FE<60% y/o un DFS>40 mm son considerados pacientes
con disfunción ventricular izquierda manifiesta, aunque
estén asintomáticos y deben recibir cirugía de rescate
en ausencia de otras comorbilidades o contraindicaciones10.
Sin embargo, la reducción de la FE del VI no debe ser considerada
una contraindicación para la cirugía en pacientes
con IM orgánica, porque la mortalidad operatoria no es
excesiva, especialmente, si se puede reparar la válvula7.
La precisión de la predicción de la FE posoperatoria es
inexacta2,8,11, pero el mejor resultado se observa en pacientes
con una FE>60%; esta etapa de la enfermedad parece
representar la mejor oportunidad para la cirugía. Por lo
tanto, el concepto de espera los primeros signos y síntomas
de disminución de la FE está asociado a un notable riesgo
de “inesperada” disfunción del ventrículo izquierdo2 que
puede resultar irreversible y afectar el pronóstico quirúrgico
y post-quirúrgico. Las indicaciones actuales para
cirugía mitral por IM del American College of Cardiology y la American Heart Association10 están resumidas en la
Tabla 1. Estas indicaciones se refieren a una IM severa
con un VolR≥60 cc/latido y un ORE≥0,4 cm2, y están
dirigidas a patología orgánica/primaria, excepto cuando
se especifique una patología isquémica.
Cirugía mitral: avances recientes
Los riesgos y resultados quirúrgicos son consideraciones esenciales en la evaluación del momento quirúrgico. La mortalidad operatoria es de considerable importancia. Sin embargo, para los pacientes con IM orgánica, la mortalidad a disminuido considerablemente12, especialmente con reparación mitral (Figura 1). En la Mayo Clinic de Rochester (MCR) es de alrededor del 1% en pacientes menores de 75 años, a quienes se le realizó reparación o reemplazo valvular7. Por el contrario, la mortalidad operatoria en pacientes mayores de 75 años es aproximadamente del 5% en nuestra institución. Sin embargo, la cirugía mejora la sobrevida del paciente y la normaliza a la esperada en la población general13, de tal manera que la cirugía en patologías orgánicas (usualmente deficiencia fibroelástica en este grupo etáreo) se debe considerar antes que la disfunción del VI suceda, en estos pacientes mayores.
Figura 1. Reparación mitral. Conceptos quirúrgicos básicos. A. Esquema de la resección triangular de la valva posterior con aposición
y sutura de los segmentos resultantes. B. Sutura de una banda de 63 mm (standard en la Mayo Clinic) a los trígonos fibrosos del anillo
mitral seguido de prueba de integridad con solución salina. Figuras con permiso de la Mayo Clinic.
La disponibilidad de reparación de la válvula es de crucial
importancia. Estudios previos sugieren una menor
mortalidad operatoria y una mejor sobrevida a largo plazo
después de la reparación valvular14,15, pero no estaba claro
si esto se debe a una mejor condición preoperatoria de
los pacientes sometidos a reparación de la válvula o a la
virtud del propio procedimiento. En nuestra experiencia,
ajustando las diferencias clínicas entre pacientes que
reciben reparación versus sustitución, la reparación de la
válvula per se es un predictor independiente de mejores
resultados después de la cirugía en IM, con una menor
mortalidad operatoria y mayor sobrevida a largo plazo9.
Este beneficio se observa asociado, o no, a la cirugía de
revascularización miocárdica9. Una de las principales
razones para mejorar el resultado es una mejor FE del
VI, lo cual se logra después de la reparación de la válvula
mitral9. La conservación del aparato subvalvular sin duda
juega un papel en la conservación de la FE después de la
reparación valvular, como no ocurre después del reemplazo
valvular. La mejoría en la sobrevida después de la
reparación valvular no está asociada a un menor riesgo
de reoperaciones9.
No sólo la disponibilidad de la reparación, sino también,
la experiencia del centro que la practica, son fundamentales.
Los hospitales que practican más de 140 reparaciones
por año se acercan a una mortalidad quirúrgica
del 1% versus el 3% en hospitales con menos de 140
reparaciones por año16.
La ecocardiografía transesofágica intraoperatoria es un
componente esencial del éxito de la reparación de la válvula
y debe ser llevada a cabo por médicos con experiencia
para supervisar el procedimiento y asistir en la toma de
decisiones intraoperatorias17.
Por lo tanto, la reparación de la válvula se ha vuelto extremadamente
popular18 y, actualmente, el éxito de la reparación
es >90% en pacientes con IM. Este alto porcentaje
en la reparación ha sido posible al culminar la curva de
aprendizaje inicial del cirujano y a través de la utilización
de técnicas especiales, tales como la transposición cordal
o la inserción de cuerdas artificiales en particular para la
ruptura cordal de la valva anterior19,20. Desafortunadamente,
la reparación mitral en lesiones reumáticas no es tan
exitosa como en lesiones degenerativas21. Sin embargo,
la reparación mitral en la IM reumática debe ser practicada
cuando sea anatómica y funcionalmente posible,
porque está asociada a una sobrevida superior cuando
se la compara con el reemplazo valvular. El reemplazo
mitral disminuye la reoperación en la IM reumática, pero
limita la sobrevida y aumenta el riesgo de complicaciones
embólicas22.
A pesar de esta elevada tasa de viabilidad, la reparación
valvular mitral no debe considerarse como una panacea
protectora de disfunción ventricular, debido a que en pacientes
con FE<60%, un exceso de mortalidad se observa
independientemente de la reparación o el reemplazo9. Por
lo tanto, la posibilidad de realizar la reparación en un alto
porcentaje de pacientes debería considerarse como un incentivo
para llevar a cabo la cirugía temprana, debido a su
bajo riesgo y buena sobrevida, y no como un incentivo para
retrasar la cirugía y esperar una disfunción ventricular.
El centro del debate: el momento quirúrgico
Existen dos vertientes en el pensamiento actual, en relación al momento quirúrgico de la IM severa. Una recomienda “esperar atentamente” hasta la aparición de disfunción subclínica del VI en pacientes asintomáticos (ej.: FE<60%, DFS del VI>40 mm), evaluando al paciente con ecocardiografía cada 6 ó 12 meses. La otra recomienda considerar la “reparación mitral temprana” sin esperar síntomas y sin alcanzar indicadores de disfunción subclínica del VI, siempre y cuando exista certeza de la severidad de la IM con cuantificación ecocardiográfica apropiada (incluyendo Doppler cuantitativo y/o uso del método PISA, reportando valores de VolR y ORE), ofreciendo una probabilidad >95% de reparación, con una mortalidad operatoria del 1% o menor. Estas condiciones presuponen un cardiólogo capaz de cuantificar la IM y evaluar al paciente críticamente, un cirujano con experiencia adecuada en reparación mitral, y un equipo post-quirúrgico experimentado en el manejo de complicaciones posoperatorias. La estimación de la severidad de la IM debe incluir los métodos cuantitativos mencionados y los indicadores específicos o de soporte existentes (Tabla 2)23. La evaluación global del grado de regurgitación mitral se puede realizar por eco Doppler cuantitativo. El método más ampliamente utilizado de cuantificación de la regurgitación mitral es el método PISA, sobre la base del análisis de la zona de convergencia proximal del área del ORE24,25. Ambos métodos permiten el cálculo del VolR y del ORE26,27.
Sin embargo, nosotros consideramos estas dos vertientes no mutuamente excluyentes, sino complementarias y representativas del continuo de la severidad relativa y el riesgo de la IM severa. Las guías y ecomendaciones expertas no son leyes aplicables a todos los pacientes con IM severa, porque no todos los pacientes con IM severa son iguales. En la Mayo Clinic se estudiaron prospectivamente 456 pacientes asintomáticos con IM orgánica (198 pacientes con IM severa), edad promedio de 63 años, VolR promedio de 66 ml/latido, ORE promedio de 0,4 cm2. En pacientes con IM severa, el DFS promedio del VI fue de 37 mm y el diastólico de 61 mm28. Encontramos que un ORE>0,4 cm2 en pacientes asintomáticos está independientemente asociado a una menor sobrevida en 5 años (58% versus 78%, p=0,03) y la reparación quirúrgica asociada a mejor sobrevida; por lo tanto, recomendamos considerar la cirugía temprana en pacientes asintomáticos con IM severa. La incidencia de eventos clínicos en estos pacientes fue del 10-15% por año. Por el contrario, Rosenhek y col. evaluaron prospectivamente 132 pacientes asintomáticos con IM orgánica severa y encontraron que la sobrevida en 8 años era igual que en la población general cuando se “esperaba atentamente” a la aparición de síntomas o indicadores ecocardiograficos y concluyeron que esta estrategia era apropriada29. Sin embargo, la edad promedio de estos pacientes fue de 55 años, DFS del VI promedio de 34 mm y el diastólico de 56 mm (IM severa), la IM no fue cuantificada con Doppler cuantitativo o PISA, y la incidencia de eventos clínicos totales fue mucho menor que en el estudio anterior. De tal manera que en este último estudio, los pacientes portadores de IM padecían probablemente una IM moderada a severa o “levemente severa” y nuestro estudio incluyó pacientes con IM con mayor severidad. Además, la edad de los pacientes era distinta. En todos los estudios, la edad es un factor determinante para el pronóstico y desarrollo de complicaciones. Un tercer grupo de investigadores, Kang et al30, estudió recientemente 447 pacientes consecutivos con IM orgánica severa, edad promedio de 50 años, con orificio regurgitante efectivo promedio de 0,8 cm2, tratados con “reparación mitral temprana” o “espera atenta”. Se constituyó un subgrupo de “propensity matching” de 127 pares de pacientes para controlar las características clínicas de base, donde un alto porcentaje (44-46%) tenían ruptura cordal, DFS del VI promedio de 36 mm y diastólico de 59 mm. La cirugía temprana electiva con reparación estuvo asociada con una mortalidad del 0% en 7 años versus el 5% en 7 años para “espera atenta”. Este tercer estudio se asemeja al nuestro en los rasgos ecocardiográficos de severidad y grado de dilatación del VI, aunque los pacientes son más jóvenes. De tal manera, que ningún estudio es incorrecto, simplemente incluyen pacientes con distintos grados de IM severa.
No todas las IM orgánicas severas son iguales:
factores de riesgo
Derivándose de la discusión previa, existen diferentes grados y factores de riesgo dentro de la IM severa (Tabla 3). El primero de ellos es la edad. Los estudios coinciden en que pacientes mayores de 55-60 años tienen mayor riesgo de complicaciones, esto probablemente debido a la disminución de reserva sistólica y diastólica asociada con la edad. Sin embargo, establecer un punto de corte de edad por encima del cual el riesgo aumenta significativamente es muy difícil. Basado en la discusión anterior, la presencia de ruptura cordal y/o IM torrencial (VolR>100cc y ORE>0,5 cm2) es un factor de riesgo dentro del espectro de IM severa. La aparición de FA ocurre en un 5% por año en pacientes con IM orgánica significativa y su aparición se asocia a disminución de la sobrevida31. Inclusive después de reparar la válvula, la presencia de FA previo a la reparación se asocia a disminución leve de sobrevida en 5 años, comparado con un ritmo sinusal pre-reparación (87% versus 96%, p=0,002)32. Otro factor de riesgo es la elevación del péptido natriurético cerebral (BNP) que fue estudiado prospectivamente en 124 pacientes con IM orgánica y su elevación se relaciona a las consecuencias de la regurgitación (ej. volumen del VI y de la AI, FA y síntomas) y es un indicador independientemente predictivo de mortalidad y de falla cardíaca, sin importar la presencia de síntomas33. La observación de hipertensión pulmonar por ecocardiografía constituye otro factor de riesgo predictivo de peor pronóstico10.
Finalmente, el reconocimiento de síntomas por parte del paciente puede estar contaminado por diferentes grados de percepción idiosincrásicos, por temor a la cirugía y en pacientes que hacen mínima actividad física o acomodan su actividad física a las restricciones impuestas por síntomas leves. En 134 pacientes con IM orgánica severa y FE normal, auto-clasificados como asintomáticos, nosotros encontramos que uno de cada 4-5 de ellos tenía una reducción significativa del consumo pico de oxígeno (<85% de la predicción para edad y sexo) con evidencia de limitación del gasto cardíaco en ejercicio y baja capacidad funcional. Estos pacientes “asintomáticos” resultaron tener mayor número de eventos adversos o cirugía en 3 años de seguimiento34. De tal manera que resulta crítico evaluar con prueba de esfuerzo a pacientes con cualquier grado de incertidumbre en cuanto a la presencia de síntomas. Estos factores de riesgo deben ser tomados en cuenta a la hora de decidir el momento quirúrgico idóneo para cada paciente.
Manejo contemporáneo de la IM severa
La Figura 2 es un algoritmo sencillo que intenta resumir la complejidad del manejo de la IM severa en nuestra era. Cuando el paciente con IM es referido, se debe determinar la etiología/mecanismo de la regurgitación. Existen 3 mecanismos fundamentales basados en la movilidad de las valvas (Figura 3). El primero consiste en una movilidad normal y mal coaptación debida a dilatación del anillo o perforación de una valva. El segundo posee exceso de movilidad (prolapso o ruptura cordal) y el tercero disminución de la movilidad (retracción debido a proceso inflamatorio o enfermedad isquémica [“tethering”]) (Figura 3).
Figura 2. Algoritmo del manejo de la insuficiencia mitral severa.
Figura 3. I. Movilidad normal con dilatación del anillo causando
un jet central o perforación de una valva. II. Movilidad excesiva
con ruptura cordal o prolapso severo causando un jet dirigido al
lado opuesto de la valva afectada. III. Movilidad restringida debido
a retracción del aparato cordal (IIIa, e.j enfermedad reumática)
o desplazamiento del músculo papilar (remodelado isquémico)
causando “tethering” de la valva (IIIb). Nótese que el jet está
dirigido al mismo lado de la valva afectada. Figuras con permiso
de la Mayo Clinic.
La IM orgánica pertenece al segundo mecanismo y la funcional al primero y tercero. La IM mediada por el segundo mecanismo es la más susceptible a la reparación, especialmente, cuando la valva posterior está involucrada y el anillo no presenta calcificación severa. Sin embargo, la reparación de la enfermedad de Barlow severa con prolapso bi-valvar extenso o prolapso aislado de la valva anterior son actualmente tan reparables como el prolapso aislado de la valva posterior. De tal manera que la gran mayoría de los casos de prolapso mitral son reparables20. Una vez establecido el mecanismo orgánico, se debe confirmar que la IM es definitivamente severa (Tabla 2). Si existen síntomas o FE<60% o DFS del VI>40 mm, se debe referir al paciente para cirugía de rescate (Figura 2), ya que existe una disfunción ventricular manifiesta y su pronóstico ya está afectado, debiéndose procurar reparar la válvula o reemplazarla si la reparación no es posible. Aunque la cirugía (reparación o reemplazo) en estos pacientes produce una mejoría sintomática, se asocia con un aumento del riesgo posoperatorio7,12, especialmente, si existe falla cardíaca congestiva o disminución importante de la FE, pero el pronóstico post-quirúrgico sigue siendo mucho mejor que en aquellos pacientes abandonados a tratamiento médico5. Una notable excepción es el paciente con IM severa, FE<20-30% sin posibilidad de reparar la válvula, donde el riesgo quirúrgico con reemplazo puede ser prohibitivo.
En ausencia de una disfunción ventricular manifiesta, se procede a estratificar el riesgo del paciente, investigando la presencia de factores de riesgo (Figura 2). Si existen factores de riesgo mayores para disfunción del VI (Tabla 3), se debe reparar la válvula tempranamente, no sin antes considerar factores intrínsecos del paciente y factores inherentes a la cirugía: si el paciente tiene buena expectativa de vida (ausencia de comorbilidades severas) y la válvula es reparable en un centro que garantiza alto porcentaje de éxito y baja mortalidad operatoria, se debe reparar la válvula para devolver al paciente su expectativa de vida normal (Figura 2). Debiéndose derivar al paciente a un centro especializado si es necesario. Si estas pre-condiciones no existen, se debe “esperar atentamente” (seguimiento por un cardiólogo con ecocardiograma cada 6 meses) a la aparición de signos ecocardiográficos y/o síntomas que indiquen necesidad de rescate con reparación o reemplazo. Si existen factores de riesgo menores, nosotros recomendamos la reparación temprana dado que existe riesgo de progresión a corto plazo; sin embargo, la “espera atenta” puede considerarse cautelosamente. Si no existen factores de riesgo, la “espera atenta” es recomendada y es segura.
IM isquémica: un grupo de alto riesgo
El alto riesgo asociado con la ruptura isquémica de un
músculo papilar es bien conocido12 y requiere cirugía
inmediata. Cabe mencionar que la mortalidad quirúrgica
para la ruptura de músculo papilar ha disminuido considerablemente,
siendo del 67% hasta 1990 y del 9% después de
1990, reflejando el alto uso de revascularización y avances
quirúrgicos35.
Además, la sobrevida a cinco años en pacientes que sobreviven
a la ruptura inicial es idéntica a pacientes con
infarto sin ruptura papilar, lo cual resalta la importancia de
un diagnóstico expedito y tratamiento quirúrgico agresivo
en esta condición.
Después de un infarto de miocardio, la IM se puede desarrollar
sin ruptura del músculo papilar, esto como consecuencia
del remodelado ventricular izquierdo, debido al desplazamiento apical e inferior de los músculos papilares
(Figura 3-IIIb), que jalan a las valvas mitrales (“tethering”),
causando “tenting” de éstas con la resultante mal coaptación
e IM. El fuerte impacto negativo de esta IM “funcional”-
isquémica posterior al infarto de miocardio ha sido demostrado
en 2 estudios donde se asocia la sola presencia de IM
isquémica (aunque sea leve) con pobre sobrevida36,37. En
pacientes con infarto previo, IM con un ORE≥0,2 cm2 se
asocia con una sobrevida del 30% en 5 años, comparado
con un 60% sin IM37. Por ello, nosotros consideramos
un ORE>0,2 cm2 o VolR>30 cc en IM isquémica como
IM severa (Figura 2). El valor de la ecocardiografía en
pacientes con cardiopatía isquémica es crítico ya que la
intensidad del soplo de la IM isquémica no se relaciona
con su severidad38.
El momento quirúrgico en la IM isquémica es más complicado
que en la IM orgánica. A pesar de que la reparación es
a menudo posible, el riesgo de la cirugía es mayor que en
la IM orgánica. Además, aunque existe mejoría sintomática
con la corrección quirúrgica de la IM dilatada e isquémica
(usualmente con anuloplastia)39, la existencia de beneficio
real en la sobrevida a largo plazo de estos pacientes con
corrección de la IM no ha sido comprobada, de tal manera
que un estudio randomizado es necesario y todavía no existe.
La pregunta de si la IM isquémica causa mal pronóstico
per se o si simplemente es un marcador de la severidad de
la cardiopatía isquémica que no ha sido aclarada40.
De igual manera, la anuloplastia con anillo mitral prostético
puede resultar en estenosis mitral41 y no corrige el problema
básico de desplazamiento del músculo papilar que resulta en “tethering” de las valvas. Por esto, la reducción de la IM con
anuloplastia mitral en IM isquémica no es duradera y nuevas
técnicas para la reparación mitral están siendo estudiadas.
El concepto de reposicionar los músculos papilares parece
prometedor y está en desarrollo42. Sin embargo, parece que
cuando las valvas mitrales son sometidas a tensión, debido
a “tethering”, se reactivan procesos embriogénicos que
resultan en activación celular, transformación de células
endoteliales en intersticiales, resultando en deposición de
matrix nueva. Todo esto resulta en aumento del área valvular y engrosamiento de cuerdas tendinosas que puede resultar
en aumento del área de coaptación de la válvula43. Este es
un descubrimiento importante que promete posibilidades
terapéuticas para la IM secundaria desde el punto de vista
celular. Además, la extensión quirúrgica de la valva posterior
utilizando pericardio bovino, aumenta el área de coaptación
y promete ser también una posibilidad terapéutica
con beneficio a corto y mediano plazo44.
En la cardiopatía dilatada, es ahora posible predecir con
mayor exactitud la posibilidad de reparación, observando
la movilidad del aspecto distal de la valva anterior. Si esta
movilidad se conserva, la coaptación tiende a mantenerse
aunque la valva posterior esté inmovilizada después de la
reparación45. La movilidad distal de la valva anterior se
puede predecir con un parámetro simple de medir en el
ecocardiograma pre-operatorio45.
De tal manera, que se está avanzando hacia una mejor reparación
de la IM funcional que aparenta ser más compleja
y específica para cada paciente.
En nuestra era, cuando la cirugía de revascularización
miocárdica se considera necesaria y la IM está presente, los datos recientes sugieren que en los pacientes con un área
del orificio regurgitante efectivo >20 mm2 debe ofrecerse
reparación (preferible) o reemplazo mitral (Figura 2). Cuando
la cirugía de revascularización miocárdica se considera
no indispensable pero posible, la presencia de miocardio
viable e IM con ORE>20 mm2 debe llevar a la cirugía mitral
combinada con revascularización, especialmente si existen
síntomas de insuficiencia cardíaca. Cuando la revascularización
esta planeada y existe IM isquémica de menor
grado (ORE<0,2 cm2), se debe considerar su concomitante
corrección con reparación (Figura 2).
Cuando la cirugía de revascularización no es posible o no
está indicada y existe IM isquémica con ORE>0,2cm2, la
indicación de cirugía mitral es más restrictiva y se debe
considerar únicamente reparación, exclusivamente en pacientes
con síntomas CF III-IV según la NYHA, a pesar de
tratamiento médico óptimo, incluyendo resincronización.
Alternativamente, el trasplante cardíaco (Figura 5) puede
considerarse en pacientes apropiados y puede ofrecer resultados óptimos.
Abordajes percutáneos para la IM
La anuloplastia mitral percutánea basada en la instalación de
un dispositivo en el seno coronario está en estudio. A pesar
de que el seno coronario está anatómicamente situado en
un plano superior al anillo mitral, y de la posibilidad real de
comprometer el flujo de la arteria coronaria circunfleja, se
ha demostrado en 48 pacientes con cardiopatía dilatada que
su uso es seguro en un número seleccionado de pacientes,
resultando en un aumento de la capacidad funcional luego
de la implantación de este dispositivo (CARRILON)46 con
disminución de la severidad de la IM.
Otro abordaje percutáneo para la IM orgánica o funcional
que se origina en el área de A2 y P2 utiliza el E-valve
mitra-clip basado en la sutura de Alfieri. Este clip crea
una válvula mitral con doble orificio y se ha estudiado en
107 pacientes con un éxito del 74% del procedimiento y
del 66% de pacientes libres de muerte, de cirugía mitral y
con IM<2+ en 12 meses47. Estos abordajes probablemente
no constituirán el tratamiento por excelencia de la IM,
pero prometen ser posibilidades terapéuticas reales para
pacientes específicos.
Conclusiones
La alta prevalencia de insuficiencia mitral en la población
y su progresión con deterioro de la función del ventrículo
izquierdo debido al remodelado reverso, pone de manifiesto
el grave pronóstico que acarrea esta enfermedad en los
pacientes que no reciben tratamiento adecuado.
La detección de la disfunción subclínica del VI a través de
parámetros ecocardiográficos (FE y DFS) nos debe llevar a
considerar la cirugía mitral de rescate inmediata. De igual
manera, la detección de síntomas, así sean mínimos, debe
llevar a cirugía de rescate. Los pacientes con síntomas
dudosos o sintomatología incierta deben ser evaluados
con prueba de esfuerzo para determinar su capacidad
funcional.
No todas las IM orgánicas severas son iguales. La presencia
de factores de riesgo en la IM severa aumenta la probabilidad
de deterioro de la función cardíaca, de aparición de
síntomas y de peor pronóstico a largo plazo, por ello es
necesario considerar en la evaluación a cada paciente en
forma individual y considerar los mismos al momento de
decidir el tratamiento. En ausencia de síntomas en pacientes
con IM severa sin disfunción cardíaca, la presencia de
factores de riesgo debe estimular la cirugía temprana con
reparación, si el riesgo quirúrgico es bajo y la posibilidad de
reparo es >90-95%. Se debe referir al paciente a un centro
especializado si es necesario. El entrenamiento adecuado
de cirujanos en la reparación mitral es crítico, si queremos
devolver a los pacientes con IM severa orgánica su sobrevida
normal. Una colaboración nacional e internacional para
este adiestramiento es ineludible.
La IM isquémica acarrea un peor pronóstico, con mayor
riesgo quirúrgico, y las decisiones en tratamiento deben
ser específicas para cada paciente, tomando en cuenta la
posibilidad de reparación, riesgo quirúrgico, y la necesidad
de revascularización quirúrgica concomitante.
Nuevos procedimientos percutáneos están en estudio y prometen
potencial utilidad para ciertos pacientes selectos.
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