ARTICULO DE OPINION
Nuevos paradigmas sobre “temas congestivos” en insuficiencia cardíaca aguda
Lilia Luz Lobo Márquez*
* Jefe del Departamento de Insuficiencia Cardíaca. Médico de Planta de la Unidad Coronaria. Instituto de Cardiología. San Miguel de Tucumán. Tucumán. República Argentina. Miembro del Comité de Insuficiencia Cardíaca de la Federación Argentina de Cardiología.
Correspondencia: Dra. Lilia Luz Lobo Márquez.
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Recibido: 13/06/2009
Aceptado: 20/08/2009
Resumen
Creer que sólo estamos “calmando síntomas”, al mejorar a un paciente congestivo, es una idea muy simplista.
Descender las presiones de llenado del ventrículo izquierdo cuando estas están elevadas cambia el pronóstico,
modificando no sólo la calidad, sino también la cantidad de vida. La dificultad para diagnosticar y tratar adecuadamente
a estos pacientes se ve reflejada en la frecuente disociación: síntoma-clínica-hemodinamia. La congestión
persistente, más aún la clínicamente no diagnosticada, atenta contra el músculo cardíaco viable, favoreciendo la
muerte celular y la progresión de la falla cardíaca. La importancia del impacto sistémico de patrones congestivos
se ve reflejada en la evidencia clínica del daño de órganos blancos que, hasta no hace mucho, se interpretaban
como un escenario exclusivo del bajo gasto cardíaco (síndrome cardiorrenal-hígado de estasis).
No podemos descartar la utilidad de los datos hemodinámicos como objetivo terapéutico. Es probable que aún
debamos aprender más cómo interpretar y manejar esta información para optimizar su aplicación. Las resistencias
vasculares sistémicas comienzan a jugar un rol fundamental en la iniciación de cuadros vasculares y congestivos. Una
probable endotelitis sistémica, producto de gatillos inflamatorios, elevarían inicialmente las resistencias vasculares
sistémicas, generando secundariamente un mismatch ventrículo-arterial que llevaría a cuadros de edema agudo de
pulmón. Estas formas de presentación clínica cursan en su mayoría con fracción de eyección preservada.
Sin duda debemos modificar nuestro pensamiento sobre “viejos paradigma de temas congestivos” basados en
tradicionales conceptos fisiopatológicos, ya que esto nos permitirá ampliar nuevos horizontes sobre el campo
diagnóstico y terapéutico de la insuficiencia cardíaca aguda.
Palabras clave: Insuficiencia cardíaca aguda; Congestión; Hemodinamia; Inflamación
Summary
New paradigms about “congestive issues” in acute heart failure
To think that we are only “calming symptoms” while improving a congestive patient, is a very simplistic idea. Lowering
the left ventricular filling pressures, when these are high, changes forecast not only by modifying quality but
also changing quantity of life. The difficulty to diagnose and to treat appropriately these patients is reflected in the
frequent dissociation: symptom-clinic-hemodynamic. The persistent congestion, even more the clinically not diagnosed
one, damages the viable heart muscle favoring cellular death and the progression of heart failure. The importance of
the systemic impact of congestive patterns is reflected by the clinical evidence of the damage of white organs that,
not long ago, was considered as an exclusive setting of low cardiac output (cardiorrenal-liver syndrome estasy).
We cannot exclude the utility of hemodynamic data as therapeutic target. It is probable that we should still learn
more about how to interpret and to manage this information to optimize its implementation.
The systemic vascular resistances begin to play a fundamental role in the initiation of vascular and congestive pictures.
A probable systemic endotelitis, product of inflammatory triggers would raise the systemic vascular resistances
initially generating a secondary arterial-ventricle mismatch that would take to tables of acute pulmonary edema. These types of clinical presentation course in most of the cases with preserved left ventricular ejection fraction.
Of
course we should modify our thought on “old paradigm of congestive topics” based on traditional physiopathological
concepts, so it will allow us to expand new horizons on the diagnostic and therapeutic field of acute heart failure.
Keywords: Acute heart failure; Congestion; Hemodynamic; Inflammation
Resumo
Novos paradigmas sobre “temas congestivos” em insuficiência cardíaca aguda
Acreditar que só estamos “acalmando sintomas”, ao melhorar um paciente congestivo, é uma idéia muito simplista.
Baixar as pressões do enchimento do ventrículo esquerdo quando estas estão elevadas muda o prognóstico, modificando
não só a qualidade, senão também a quantidade de vida. A dificuldade para diagnosticar e tratar adequadamente
estes pacientes se vê refletida na freqüente dissoaciação do sintoma-clínica-hemodinâmica. A congestão persistente,e
mais ainda a clinicamente não diagnosticada, atenta contra o músculo cardíaco viável, favorecendo a morte celular
e a progressão da falha cardíaca. A importância do impacto sistêmico de padrões congestivos vê-se refletida pela
evidência clínica do dano dos órgãos alvos que, não há muito tempo, interpretava–se como um cenário exclusivo de
baixo débito cardíaco (sindrome cardiorrenal- fígado de êxtases).
Nao podemos descartar a utilidade dos dados hemodinâmicos como seguimento terapêutico. É provável que ainda
devamos aprender mais sobre como interpretar e manejar esta informação para otimizar sua aplicação. As resistências
vasculares sistêmicas começam a jogar um rol fundamental na iniciação de quadros vasculares e congestivos. Uma
provável endotelite sistêmica, produto de gatilhos inflamátorios, elevariam inicialmente as resistências vasculares
sistêmicas, gerando secundariamente um mismatch ventrículo-arterial que levaria a quadros de edema agudo de
pulmão. Estas formas de apresentação clínica cursam na maioria das vezes com fração de ejeção preservada.
Sem dúvidas devemos modificar nosso pensamento sobre “velhos paradigmas de temas congestivos” baseados nos
tradicionais conceitos fisiopatológicos, já que isto nos permitirá ampliar novos horizontes sobre o campo diagnóstico
e terapêutico da insuficiência cardíaca aguda.
Palavras chave: Insuficiência cardíaca aguda; Congestão; Hemodinâmica; Inflamação
Introducción
Hemos publicado recientemente una amplia revisión acerca de síndromes agudos de insuficiencia cardíaca (SAIC) y síndrome cardiorrenal1. A punto de partida de esa revisión, queremos plantear la vigencia o no de distintos paradigmas sobre temas congestivos de insuficiencia cardíaca aguda (ICA), ya que creemos que a veces, pueden confundirse, tanto en su concepción clínica como en la elección de un tratamiento adecuado.
Síntomas
Viejo paradigma: “En un paciente con insuficiencia cardíaca descompensada los síntomas son el mayor problema de la congestión”
Nuevo paradigma: La incapacidad de regular el estado
de volumen es la mayor consecuencia de la falla cardíaca
aguda. Una variedad de procesos fisiopatológicos contribuye
a este daño, siendo los más destacados la activación
neurohormonal del sistema renina-angiotensina-aldosterona
(SRAA), vasopresina-arginina, y sistema nervioso
simpático. La activación neurohormonal lleva a cambios
sustanciales en la hemodinamia y en la remodelación
cardíaca, contribuyendo a la mayor severidad de la insuficiencia
cardíaca. La presión capilar pulmonar es un
reflejo del estado del volumen2.
Grandes estudios clínicos y recientes registros han demostrado
que la mayoría de las hospitalizaciones por
insuficiencia cardíaca ocurren por congestión más que
por bajo gasto3,4. Si bien sabemos que la congestión es
un mecanismo compensador en respuesta a un deterioro
cardíaco, datos recientes sugieren que en realidad el incremento
de las presiones de llenado ventricular izquierdo
(VI) contribuye a la progresión de la falla cardíaca5.
Las presiones elevadas de fin de diástole del VI aumentan
el estrés parietal, cambian la geometría ventricular, alteran
el drenaje venoso hacia venas coronarias y aurícula
derecha, contribuyendo al empeoramiento de la función
diastólica; reposicionan los músculos papilares, generando
insuficiencia mitral (IM) funcional, y causan isquemia
subendocardíca, llevando a la muerte celular por apoptosis
o necrosis6-9.
Un importante número de estudios demostró que pacientes
con insuficiencia cardíaca (IC) elevan el dosaje de
troponina en sangre, independientemente de la presencia
de enfermedad arterial coronaria, indicando la existencia
de injuria miocárdica por otros mecanismos distintos a la
enfermedad coronaria. Resulta interesante la evidencia de
haberse encontraron niveles anormales de troponina T en
un 50% de pacientes ambulatorios con IC avanzada10.
La presencia de congestión (presiones de llenado elevadas) podría resultar particularmente deletérea en pacientes con
ICA, hipotensos con enfermedad arterial coronaria (miocardio
hibernado) o sin ella. En este escenario de injuria,
consecuencia de activación neurohormonal, sobrecarga
hemodinámica y/o isquemia, el miocardio desciende su
capacidad contráctil en un intento de ahorrar energía a
fin de preservar la sobrevida de los miocitos, es decir,
es un miocardio viable, no contráctil que define un área
vulnerable, en potencial riesgo de morir ante cualquier
nuevo evento de descompensación cardíaca, creando de
este modo una “tormenta perfecta” que lleva a la injuria
miocárdica y a la falla cardíaca progresiva11,12.
Lo interesante de los conceptos expuestos es entender que
la congestión clínica en realidad es sólo la punta de un iceberg, es un elemento tardío, ya que todos los procesos
descriptos como disparadores de muerte celular ocurren
mucho antes de que estas alteraciones generen síntomas
congestivos de IC.
La posibilidad de utilizar dispositivos de monitoreo hemodinámico
ambulatorio continuo resulta de gran interés.
Estos dispositivos implantables, en sus diferentes posibilidades
tecnológicas, brindarían información hemodinámica
precoz para el ajuste de la terapia ambulatoria, reduciendo
de este modo la necesidad de hospitalización, evitando
exacerbaciones del síndrome, congestión, isquemia y
muerte celular13.
Síndrome cardio-renal
Viejo paradigma: “El empeoramiento de función renal en la IC descompensada se atribuye, ya sea, a una hipoperfusión del riñón secundaria a un empeoramiento progresivo del gasto cardíaco o a una depleción del volumen intracelular producto del uso y abuso de la terapia diurética”
Nuevo paradigma: Es de notar que la mayoría de los
pacientes hospitalizados con ICA presentan congestión
central o periférica. Datos experimentales han demostrado
que la elevación aislada y transitoria de la presión venosa
central (PVC) puede trasmitirse en forma retrógrada a las
venas renales, resultando en un empeoramiento directo de
la función renal14,15. En modelos experimentales en los que
iatrogénicamente se indujo hipervolemia, el incremento
de la PVC llevó a una insuficiencia renal (IR) en forma
directa, independiente del gasto cardíaco (GC) o del flujo
sanguíneo renal. El mecanismo es el incremento de la PVC
que se transmite en forma retrógrada al riñón, vía vena
renal, con aumento de la presión intersticial renal y subsiguiente
disminución en la excreción de sodio y agua16,17.
Como compensación, se libera mayor angiotensina II (Ang
II), produciendo vasoconstricción de la arteriola eferente
a fin de preservar la tasa de filtrado glomerular (FG); pero
también, tiene efectos colaterales al actuar sobre el túbulo
proximal, provocando aumento de la reabsorción de sodio,
incremento de la presión arterial sistémica, aumento de la
postcarga, reducción del volumen minuto (VM), y como
consecuencia, reducción de la perfusión renal18. Este
fenómeno demostró ser reversible, ya que descendiendo
las presiones venosas renales, inmediatamente, mejora el
VM urinario y el FG14,15. Otros estudios demuestran que
la compresión temporaria de la vena renal resulta en una
disminución en la excreción de sodio, reducción del FG y
del flujo sanguíneo renal16,17. El aumento de la PVC también
causa un incremento de la presión intersticial renal, la
cual podría llevar a un estado de hipoxia del parénquima,
similar al mecanismo por el cual la congestión hepática
lleva a una disfunción del hígado en la IC19,20.
Recientes publicaciones demostraron que en pacientes
con IC descompensada y bajo GC, el principal determinante
hemodinámico relacionado con el empeoramiento
de la función renal no fue como se pensaría el grado de
compromiso de función ventricular, sino la presencia
de insuficiencia renal intrínseca y la congestión venosa,
tanto el incremento de la PVC en la admisión, como su
insuficiente reducción durante la hospitalización21. Estas
confirmaciones clínicas validan conceptos experimentales
previos en los cuales la preservación de la función cardíaca
sin calmar la congestión venosa no podría, por si sola,
evitar el desarrollo de una IR14,15.
La intervención neurohormonal detallada anteriormente,
demuestra que la disfunción renal en la IC no se explica
exclusivamente por alteraciones hemodinámicas, o sea
por bajo GC. De hecho, existe entre un 37% y un 55%
de pacientes con IC que tienen fracción de eyección del
ventrículo izquierdo (FEVI) > 45% y presentan falla
renal22. En la fisiopatología de este proceso, intervienen
en forma compleja el SRAA, el balance óxido nítrico/
especies reactivas de oxígeno (ROS), la inflamación y
el sistema nervioso simpático. Todas estas variables
estarían interrelacionadas y serían responsables de la
aterosclerosis acelerada, de la remodelación, de la hipertrofia
ventricular izquierda y de la progresión de la
enfermedad renal (teoría de la conexión cardiorrenal)23,24.
Resulta pues de suma importancia, el descenso juicioso
y prudente de las presiones de llenado a fin de mejorar
o evitar la falla renal asociada a una IC descompensada.
En este intento, debemos evitar la hipoperfusión y la
azoemia prerrenal. El uso del cateterismo derecho en un
paciente seleccionado, como guía para el descenso de
la presión capilar pulmonar (PCP) y de la PVC podría
ser de suma utilidad. El estudio ESCAPE demostró que
esta guía hemodinámica evita el empeoramiento renal,
comparada con aquellos pacientes en donde la terapia
fue guiada por criterios clínicos25.
El concepto de “falla renal congestiva” es de gran valor
clínico, ya que desplaza al deterioro de la función cardíaca
como único protagonista del problema21.
Correlación clínica/hemodinamia
Viejo paradigma: “En pacientes con insuficiencia cardíaca los síntomas se correlacionan con la clínica y ésta con la hemodinámica”
Nuevo paradigma: El Registro ADHERE (A Report
from the Acute Decompensated Heart Failure National
Registry)3 considera, desde un punto de vista fisiopatológico,
que hay dos poblaciones muy diferentes de
pacientes según la forma de presentación clínica en el
momento del ingreso hospitalario: 1) los vasculares, y 2)
los miocárdicos. Ambos grupos comparten una clínica
común: el patrón congestivo, es decir presiones de llenado
ventricular elevadas; y se diferencian por el tipo de disfunción
ventricular presente: los vasculares con función
sistólica preservada y los miocárdicos con alteraciones
de la misma. Analizaremos el grupo falla miocárdica,
representado en la población de pacientes con IC crónica
descompensada. Esta población incluye a pacientes con
presión arterial normal o baja, empeoramiento gradual de
los síntomas (días), retención hídrica, congestión sistémica
más que pulmonar y PCP crónicamente elevada. En ellos,
los estertores pulmonares pueden faltar y en la radiografía
de tórax apreciarse una congestión leve o ausencia de la
misma. Presentar un aumento del peso corporal e importantes
edemas periféricos. La FEVI es menor del 40%. El
comportamiento de las resistencias vasculares sistémicas
(RVS) es variable y puede presentar valores normales o
bajos. La respuesta al tratamiento suele ser parcial, persistiendo
la congestión sistémica a pesar de la respuesta
sintomática inicial26. En esta población de pacientes, la
mayoría de las veces, están elevadas las presiones de
llenado; sin embargo en mucho de ellos, la congestión
clínica es silente, no siendo reconocida hasta generar una
hospitalización. Este escenario podría denominarse “congestión
hemodinámica” (etapa preclínica) en oposición a
la “congestión clínica” que es más tardía y evidenciada
por signos y síntomas de congestión cardiopulmonar y/o
sistémica. La resolución clínica puede ocurrir con persistencia
de la congestión hemodinámica11,27.
En general, la combinación de signos y síntomas clínicos,
no sólo es tardía, sino que en el caso de los signos posee
solamente un 58% de sensibilidad para detectar presiones
de llenado elevadas28.
La dificultad para reconocer clínicamente el verdadero
estado hemodinámico de un paciente con IC crónica
descompensada, estimula la idea de realizar un cateterismo
derecho y en caso de detectar PCP elevada, una
eventual “terapia de ajuste” tratando de reducir dichas
presiones a valores hemodinámicos lo más próximos a
lo normal. Este descenso de la PCP demostró un impacto
pronóstico favorable en este tipo de pacientes. No sólo
es una cuestión de mejoría sintomática. Tenemos fuerte
evidencia de que la reducción a valores de 15-18 mm Hg
es capaz de mejorar el GC, debido fundamentalmente a la
reducción de la regurgitación mitral (insuficiencia mitral
funcional), pero también puede reflejar menor tensión de
pared con descenso del consumo miocárdico de oxígeno
y mejor perfusión coronaria. También se relaciona esta
intervención hemodinámica como una reducción directa
e inmediata de la activación neurohormonal, mejorando
la vasodilatación periférica al ejercicio e incrementando
la performance al ejercicio13,29-34.
Estos conceptos avalan la idea que debemos orientar
nuestros esfuerzos terapéuticos a tratar la congestión y no
sólo a buscar la tradicional mejoría del GC.
El estudio ESCAPE (Evaluation Study of Congestive
Heart Failure and Pulmonary Artery Catheterization)35 comparó el manejo terapéutico guiado por variables clínicas
con el manejo guiado por monitoreo hemodinámico
(MH). A pesar del entusiasmo inicial con este manejo
invasivo, el ESCAPE no observó diferencias significativas
en los puntos finales de muerte y hospitalización a
los 6 meses de seguimiento. Actualmente, el cateterismo
derecho no es una indicación rutinaria en el manejo de
pacientes con falla cardíaca aguda. Resulta, sin embargo
interesante, que a pesar de la falta de beneficio del grupo
con MH en este estudio, la colocación del catéter de Swan-Ganz no se acompañó de mayor mortalidad. Podríamos
decir que la participación de centros especializados en IC,
como fue en el ESCAPE, explicaría la baja incidencia de
complicaciones relacionadas a la colocación del catéter
en los grupos estudiados. De este modo, los pacientes con
IC crónica descompensada podrían beneficiarse del MH,
ya que no registrarían aumento de la mortalidad por este
procedimiento y sí mejoría de sus síntomas. El objetivo
de mejorar la calidad de vida (síntomas) es muy preciado
en pacientes portadores de IC13.
El paradigma “correlación clínica/hemodinámica” no es
real como se piensa o desea. La mayoría de las veces nos
enfrentamos a un verdadero desafío clínico. La ayuda del
cateterismo derecho, a pesar de lo expuesto, no debería a
nuestro criterio ser descartado; entendiendo que el éxito
de su colocación e interpretación dependerá del equipo
médico entrenado en este tipo de procedimientos. Tal vez
debamos aceptar que no es el conocimiento y manejo de
las variables hemodinámicas lo que no resulta útil; sino
que aún no sabemos cómo interpretar y manejar esta valiosa
información hemodinámica13.
Fisiopatología: la acumulación de líquido
Viejo paradigma: “La fisiopatología de la falla cardíaca aguda es todo acumulación de líquido”
Nuevo paradigma: Tradicionalmente, el paradigma indica
que la falla cardíaca es causada ya sea por un deterioro
agudo o crónico de la contractilidad ventricular y de la
acumulación progresiva de fluidos.
El conocimiento de que los eventos hemodinámicos pudieran
preceder a una IC aguda es limitado por el uso selectivo
del cateterismo derecho. En el registro ADHERE3,
la principal observación hemodinámica se refiere a que la
ICA podría ser iniciada por una crisis de hipertensión arterial
(HTA). En el mencionado estudio, la presión arterial
sistólica (PAS) promedio al ingreso hospitalario fue de 143
mm Hg, indicando que un incremento en la RVS podría
ser un importante disparador de la descompensación.
Esta “falla vascular” sería el resultado de un incremento
de la RVS sobre una contractilidad cardíaca descendida (a pesar que en muchos casos la FE puede estar relativamente
preservada)11. Este mismatch entre un rápido incremento
de la postcarga y un empeoramiento de la función
ventricular, resulta en un aumento de la presión de fin de
diástole del VI y un descenso del GC. Esto explica la presencia
de congestión pulmonar a pesar de la acumulación
modesta de fluidos, llevando a una redistribución de éstos
desde la circulación periférica a la pulmonar, debido a un
incremento de la presión venosa pulmonar transferida en
forma retrógrada a los alveolos. El mecanismo exacto de
este aumento de RVS no es claro, pudiendo explicarse por
varios mecanismos desde un aumento de la rigidez arterial
hasta una activación inflamatoria36,37.
Una posible “endotelitis aguda” (interacción de disfunción
endotelial y sobrecarga de fluidos) a punto de partida de
un insulto inflamatorio (estímulos bioquímicos y/o biomecánicos)
podría explicar el inicio o empeoramiento de una “endotelitis sistémica” caracterizada por el incremento del
estrés oxidativo y la disfunción endotelial, que favorecería
una centralización del volumen sanguíneo, fundamentalmente,
por constricción de venas de capacitancias (visión
vasculocéntrica como complemento de la cardiocéntrica).
La congestión resultante genera mayor congestión por
distintos mecanismos, llevando a un círculo vicioso con
progresivo empeoramiento vascular, cardíaco y renal38.
Es todo un interrogante determinar si la inflamación que
acompaña a una ICA es el resultado, o más bien la causa,
de esa descompensación. Algunos investigadores especulan
que el ascenso de la proteína C reactiva (PCR), como reactante
de faz aguda y marcador inespecífico de inflamación,
podría ser en el contexto de una descompensación cardíaca,
secundaria a isquemia mesentérica. En este caso, el estado
inflamatorio sería el resultado de la traslocación bacteriana
o de endotoxinas desde el intestino al torrente circulatorio.
En estos pacientes, el ascenso de la PCR sería un predictor
independiente de mortalidad a largo plazo39. Visto de este
modo, la inflamación podría ser el resultado de la descompensación
y no su gatillo inicial.
Otros autores atribuyen a la inflamación por sí misma como
el origen de la descompensación cardíaca. La presencia de
citoquinas proinflamatorias actuaría en la descompensación
y en la progresión de la IC a largo término. El aumento de
estos marcadores inflamatorios podría modificar el fenotipo
de la falla cardíaca incrementando la rigidez diastólica, la
disfunción ventricular, la permeabilidad capilar y el edema
de pulmón40. Esta hipótesis está respaldada por hallazgos
de Milo y colaboradores, quienes en el seguimiento alejado
a 2 meses de pacientes con falla cardíaca aguda sin antecedentes
de isquemia, arritmia o enfermedad valvular previa,
encontraron niveles elevados de IL6 y PCR. Estos datos
apoyan la idea de una “falla cardíaca aguda inflamatoria”
como un verdadero “subtipo de falla cardíaca aguda” y no
relacionada a la existencia de una falla cardíaca crónica41.
Estos nuevos conceptos centran el inicio de la descompensación
cardíaca en la periferia, verdaderas fallas vasculares.
Independientemente del disparador de este aumento de
RVS, el resultado final es un desajuste entre la postcarga
y la contractilidad, con una redistribución más que una
acumulación de fluidos, determinando en este grupo de
pacientes un manejo terapéutico a predominio de drogas
vasodilatadoras sobre los tradicionales diuréticos.
La importancia de este nuevo concepto fisiopatológico,
basado en un verdadero desorden vascular como disparador
de la descompensación, se podría reflejar en las recientes
publicaciones sobre “potencia cardíaca”, índice que resulta
del producto (medido simultáneamente) entre el GC y la
presión arterial media (Cpi = GC x PAM) y su relación
con las RVS, pudiendo resultar de suma importancia como
marcador diagnóstico, estratificador de riesgo y potencial
método de monitoreo, tanto de pacientes con IC crónica
como aguda42.
Conclusión
Sin duda, la congestión no sólo es el reflejo del fracaso
del músculo cardíaco; sino que, como comentamos, las
presiones de llenado elevadas favorecen la progresión de
la IC y la muerte celular.
Creer que sólo estamos “calmando síntomas” al tratar a un
paciente congestivo, es una idea muy simplista, ya que a la
fecha tenemos evidencia de que la intervención terapéutica
a fin de descender la PCP elevada, cambia el pronóstico,
modificando no sólo la calidad sino la cantidad de vida en
los pacientes con IC avanzada, incluso con un mayor impacto
que la mejoría del índice cardíaco. La dificultad para
diagnosticar y tratar adecuadamente a nuestros pacientes
congestivos se ve reflejada en la frecuente disociación:
síntoma-clínica-hemodinamia. Esta dificultad observada
tanto en pacientes hospitalizados como en los atendidos
por departamentos de IC, atenta contra el músculo cardíaco
viable en riesgo potencial de muerte (miocardio vulnerable)
propio de la ICA.
La importancia del impacto sistémico de patrones congestivos
también se ve reflejado por la evidencia clínica de
daño de órganos blancos que hasta no hace mucho era un
escenario exclusivo del bajo gasto cardíaco.
La interpretación de nuevos conceptos fisiopatológicos en
los cuadros de ICA nos explica como la resistencia vascular
sistémica comienza a jugar un rol fundamental en la
iniciación de cuadros vasculares y congestivos. La función
cardíaca pareciera desplazada a un segundo plano, dado que
estas formas de presentación clínica cursan en su mayoría
con FE preservada.
Conceptos hemodinámicos, neurohormonales e inflamatorios
convergen para ampliar aún más este panorama
en donde una endotelitis sistémica, producto de gatillos
inflamatorios, elevaría inicialmente la resistencia vascular
sistémica, generando secundariamente un mismatch
ventrículo-arterial que llevaría a cuadros de edema agudo
de pulmón.
Es evidente que debemos modificar nuestro pensamiento
basado en “viejos paradigmas de temas congestivos” que
se fundan en tradicionales conceptos fisiopatológicos, y
de esta manera ampliar nuevos horizontes sobre el campo
diagnóstico y terapéutico de la IC aguda.
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